En un acto organizado por la red de organizaciones católicas “Enlázate por la Justicia”, de la que Cáritas forma parte, este jueves 16 de marzo se proyectó en Sevilla La Carta, una película documental de 2021 que, a través del encuentro que el Papa Francisco mantuvo con diversos líderes comprometidos con el cuidado de la casa común, trata de mostrar el poder de la humanidad para detener la crisis ecológica.
La proyección, que tuvo lugar en el Colegio San Fernando de los Maristas, fue seguida por un coloquio presentado por la periodista Susana Herrera y que contó con la participación de Salvador Diánez, vicario episcopal de la Pastoral Social y Delegado de Cáritas Diocesana de Sevilla; María Cruz Arcos, profesora de Derecho internacional de la Universidad de Sevilla; Isabel Cuenca, miembro de Justicia y Paz y del Grupo Diocesano de Ecología Integral y Antonio Garrido, coordinador en España del Movimiento “Laudato Si”.
En el contexto de la publicación de la Encíclica Laudato Si, la película muestra el encuentro del Papa con personas llegadas de distintos lugares del mundo que comparten la preocupación por la crisis ecológica y social que afecta al planeta.
De esta forma conocemos a un joven senegalés que nos muestra la dura realidad de poblaciones forzadas a migrar por las consecuencias del cambio climático; un líder indígena amazónico que debe hacer frente, junto a su pueblo, a la industria extractiva y el agronegocio que impactan sobre su territorio; una joven activista india comprometida con los movimientos sociales que luchan contra el cambio climático; y una pareja de científicos estadounidenses que trabajan en el estudio y defensa de la vida submarina.
Un cambio global que necesita de todas las personas
Durante el coloquio posterior a la proyección, una de las ideas más defendidas por los ponentes fue la convicción de que la grave situación en el planeta requiere la concienciación de todos los agentes sociales, de los Estados, de las empresas y también de cada uno de nosotros/as.
En ese sentido, Salvador Diánez afirmó que el Papa Francisco era “un regalo de Dios, no solo por poner sobre la mesa determinados temas, sino porque apela a la humanidad en general”. Para las personas de la mesa, la necesidad de un compromiso global es evidente, y más considerando que “todo está cada vez más relacionado, más interconectado”, como recordó Isabel Cuenca.
Mari Cruz Arcos insistió en la necesidad de poner en práctica una “ecología integral”, que va más allá de la protección de la flora y la fauna y que nos anima también a dar “un trato correcto a todos nuestros semejantes”. Arcos denunció las dificultades que la sociedad encuentra para caminar en esa dirección, ya que los acuerdos internacionales por detener el cambio climático y cuidar el planeta chocan con la resistencia y la fuerza de “intereses comerciales”.
¿Qué hacer?
Las personas de la mesa trataron de responder también a una pregunta que aparece siempre que se aborda la crisis ecológica: “¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros/as?”.
Para Salvador Diánez, el discurso del Papa Francisco nos da una pista valiosa, ya que ofrece una “invitación constante a salir de nuestras comodidades”. En esta línea, Mari Cruz Arcos afirmó que es vital tratar de aplicar “la economía circular” también en los ámbitos más domésticos e individuales, sacrificando ciertas comodidades del consumo en favor de un impulso a “las ‘tres erres’: Reducir, Reutilizar y Reciclar”. Antonio Garrido defendió también la idea de que, para llegar a la “conversión ecológica” de la que habla el Papa, es necesario “apostar por aquellas cosas que todos podemos cambiar en el día a día”.
Además de los cambios que podamos realizar a nivel material, Isabel Cuenca recalcó una idea que aparece en la Encíclica: “sentir como propio el dolor ajeno”; algo imprescindible si queremos acercarnos a las poblaciones que más están sufriendo las consecuencias del cambio climático. Un ejemplo de ello es el caso de las personas que se ven forzadas a migrar, a las que Salvador Diánez dedicó una última intervención en la que defendió el derecho de todas las personas no solo a la libre circulación, sino también “a no migrar si no se quiere”, para lo cual debemos pasar a la acción y no ignorar “el grito del hermano pobre”.